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Personas encantadas de conocerse a ellas mismas
El Siglo XXI está siendo uno de los que más ha revitalizado el conocimiento universal. El acceso a mucha información, a veces no suficientemente contrastada, ha convertido a muchos seres humanos en acumuladores de datos, teorías, y conocimiento diverso, y muchas veces disperso, que nos puede convertir en “pequeños expertos” en materias diferentes.
La rotundidad con la que algunos conceptos o aseveraciones se manifiestan a veces me asusta. Se puede hablar con creencia de veracidad sobre muchos asuntos y temas tan diversos que podemos desmontar una teoría y afirmarla con firmeza en múltiples ocasiones.
Hace tiempo hablaba en un artículo anterior del exceso de información que tenemos a nuestro alrededor y la imposibilidad de asimilarla, lo llame No puedo asimilar tanta información
Pero al parecer muchas personas evidencias certezas y logran asimilar conceptos que sueltan en discursos no exentos de faltas de pausas respiratorios, como gurús o expertos mundiales que fueran estudiosos durante varias décadas sobre ciertos asuntos.
Estas personas están encantadas de conocerse a sí mismas, ya que en su discurso, a veces más o menos elocuente, afirman, aconsejan, asesoran y universalizan teorías a la altura de grandes científicos e investigadores.
La mayor parte de estas personas utilizan patronos similares:
– Falta de escucha: El concepto escucha activa les suena porque lo han leído, pero no lo llevan a la práctica. En una interlocución con una o varias personas, cuando la ausencia de oxígeno en los pulmones les obliga a hacer una parada, que invita a intervenir al resto de contertulios, su cerebro escucha palabras sueltas, para poder rebatirlas, o bien está pensando en su próximo discurso, de mayor o menor duración. Pueden tener mirada ausente, lo que denota claramente su falta de atención, o bien parece mirarte pero no escucha nada más que sonidos de tu boca. Su discurso entrelazado parece obviar que entre medias una persona o varias han hablado de algo relacionado.
– No preguntan, solo afirman: Su discurso está repleto de afirmaciones y consideraciones absolutas. No utilizan la interpelación o pregunta, que es un modo de abrir el debate al resto de personas. Si preguntan, en rara ocasión, no dan pie a respuesta y lo hacen ellos mismos. Es el síndrome de la pregunta contestada, que además de una falta de aire a los pulmones, también lo hace al cerebro, que si pudiera captar una óptica del lenguaje verbal de sus contertulios muchas veces captaría el malestar y las ganas de desaparecer que hay en su entorno.
– Replicantes: No es que sean una copia de otra persona, sino que se dedican a replicar toda aquella argumentación que vaya en contra de su discurso o lo ponga en duda. Están más pendientes de su replica que incluso pueden cortar, a veces descortésmente, el discurso de la otra persona, con tal de imponer su criterio
– Asesor infalible: No solo su razonamiento es infalible, sino que además se permite dar consejos y ser un asesor de los “pobres ignorantes” que le rodean. Frases como: “Yo en tu lugar…..”, “Te aconsejo que hagas…..”, o “Lo que yo haría es….” Forman parte de sus muletillas. Se sienten orgullosos de asesorar al resto de los mortales, indignos de compartir presencia a su lado, y pobres desconocedores y ajenos de una información trascendente para la continuidad de la humanidad tal y como la conocemos.
– Experto intratable: Aunque no todo el mundo tiene este patrón de comportamiento. Algunos se consideran expertos en la materia, por su mucha acumulación de conocimientos, y su gran dote de entendimiento de algo tan complejo sobre lo que están hablando, no al alcance de cualquier iletrado. A veces pecan de una modestia falsa, que a diferencia de la falsa modestia es falsa porque ellos mismos no se creen que sean humildes al respecto. Frases como, en mi opinión, o según creo yo… acomodan una certeza incomoda sobre su gran experiencia en el asunto y su infalibilidad sobre sus aseveraciones.
– Yoistas: Dícese de las personas que utiliza el termino YO o MI en toda su oratorio en un número indeterminado de ocasiones. Su ego les hace hablar de la personas que más quieren: ellos y ellas mism@s. Y por eso se repiten, cuando no los hay que hablan de ellos mismos en tercera persona (el colmo de la pedantería)
Un último patrón, no confirmado en todos, es una media sonrisa de autocomplacencia que desprenden después de su discurso. Si además a estas personas el entorno le apoya con afirmaciones tan peligrosas como: Tienes razón/ Cuanto sabes de este asunto / Es asombroso lo que dices, seguramente entraremos en un espacio reducido debido al gran aumento de su ego que llenara gran parte de los alrededores.
¿Qué hacemos si nos encontramos con estas personas? Las normas de educación nos invitan a escucharlas, no replicarlas, y asentir de vez en cuando disimulando el desinterés o los pensamientos fugaces ajenos a su discurso que nos llegan en esos instantes. En mi caso mi “esencia humana” me invita a una de estas dos cosas:
- Rebatirlas en todo lo que dicen, aunque sea con argumentos absurdos, de manera que se agoten y tomándome por ignorante den por acabada la conversación.
- Escabullirme de la tertulia de la mejor manera posible, con argumentos más o menos creíbles, de manera que mi tiempo y mi cerebro no se vean intoxicados por un pequeño profesor, que la escuela ya la deje hace tiempo
No es que no haya que escuchar los conocimientos nuevos, ni huir de ellos, se trata de la forma de comunicación y del Como se hace, ya que en la forma de abrir el dialogo con los otros, está la posibilidad de persuadir con tus argumentos
¿Conoces a algunas personas encantadas de conocerse?
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Angel,
Cuanta verdad y qué especie tan prolífica y en constante crecimiento.
Pero … ¿por qué ese crecimiento?.
¿Quizás porque lo contrario es considerado como falta de seguridad, de autoestima, de «poderío», de autoridad?.
¿Quizás porque somos incapaces de reconocer que no tenemos razón, que otros saben más, que debemos …. «plegarnos» y asumir un segundo plano?
Hoy en día el individuo lo es todo, quiere ser reconocido como su propio dueño y señor, donde se ven sus derechos y sus necesidades individuales, incluso y por supuesto, por encima del colectivo.
«YO y mis circunstancias», «YO como exponente de libertad, de democracia, de madurez».
Una necesidad de sentirse importante, relevante, notorio, famoso: «que se hable de mi, que se me vea».
Ese «dialogo de besugos» donde cada cual habla de su libro, lo vemos continuamente en los medios, en la calle y lamentablemente en el trabajo.
Aunque dos coincidamos en el 80% , he de ser yo quien lidere, quien dirija , quien maneje, tu has de quedar como el «segundón», por no decir el «perdedor».
Como dice mi tío, simple aldeano sin cultura (para algunos) : «si todos esos que se pasan todo el día hablando de ellos y de lo que hay que hacer arrimaran el hombro y trabajaran …. otra vida llegaría».
Esos «simples» … son los que MÁS me han enseñado en mi vida, no esos egocéntricos a quienes les gusta ser adulados en una sociedad que tiende a adular ….. buscando a su vez el propio beneficio del adulador … «soy famoso por que me rodeo de famosos».
Triste sociedad, empresa, país, ir por ese camino.
Hola, totalmente de acuerdo, carecen totalmente de una humildad sincera, interpretan un personaje, que no son y tratan con condescendencia y arrogancia a los demás en un patético intento de equilibrar sus complejos de inferiorodad.
Gracias por compartir la reflexión.