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La vida efimera
El 24 de Julio nos golpeó la brutal noticia del accidente de tren en Santiago con numerosas víctimas. Ese día quedara grabado en mi memoria porque también falleció Enrique Roldan, compañero y amigo que nos dejaba con 42 años y una niña de dos años que se ha quedado sin padre.
Mi relación con Enrique era muy buena, ya que teníamos como eje de ella la Escuela de Negocios de ESIC, donde desde su responsabilidad me invitaba a algunos actos, como el Premio de Joven Iniciativa Emprendedora, donde acudía como jurado. La pérdida de Enrique para los que lo conocíamos, y para la gran familia de ESIC, es sin duda irreparable.
Además se da la curiosidad que este año no coincidamos en el Premio Joven Iniciativa Emprendedora que hace ESIC todos los años. En ese día me encontraba en Polonia, con motivo de la adopción de mi hijo, y me excuse de no poder asistir por motivos obvios. Recuerdo los buenos momentos de discusión, nunca acalorada, de los proyectos presentados, y como la opinión de Enrique era tenida muy en cuenta por todos los miembros del jurado. Él era el encargado de presentar el premio y de presentarnos a nosotros, los miembros del jurado, siempre con palabras acertadas y cariñosas, y con un humor inteligente como pocas personas pueden presumir. Tenía el respeto de profesores y alumnos, y por supuesto de la Escuela. Enrique cuanto te vamos a echar de menos.
No es menos cierto que la edad de Enrique, 42 años, la misma que yo tengo actualmente, me ha invitado a reflexionar sobre lo efímero de nuestro paso por la vida. Estamos acostumbrados a planificar y organizar la vida sin tener en cuenta nuestra pertenencia al gremio de seres mortales. Si la muerte de Enrique me deja unas cuantas lecciones, que vienen a la frágil memoria solo en estos momentos, son las siguientes:
– Cuidarse físicamente: No dejemos para mañana el poder hacer ejercicio, comer sano, y tener hábitos saludables en nuestra vida. Merece la pena estar bien y tener buena salud. Depende de nosotros sacar un poco de tiempo al día y hacer algún esfuerzo al respecto.
– Controlar el stress: Tanto el laboral como el emocional. La preocupación, la ansiedad y el malestar emocional nos hace candidatos a pagarlo en nuestra salud, sobre todo en nuestro corazón.
– Decir a las personas que las queremos: Este debería ser un acto diario y cotidiano. Decir a los que tenemos alrededor que los queremos, los apreciamos, los admiramos y que nos hacen sentir bien debería ser una norma para todos. Y no me refiero solo a los más cercanos, como la familia y amigos, sino con todas aquellas personas que nos interrelacionamos todos los días y nos hacen sentir bien: Colaboradores, proveedores, clientes, el panadero, el lechero, el camarero,….. Enrique se fue sin que pudiera decirle Gracias, y manifestarle que me hacía sentir bien cada vez que contaba con su presencia.
– Ser consciente de que no somos inmortales: En muchas ocasiones hacemos planes a largo plazo olvidando que no tenemos el don de la inmortalidad. Vivir el Ahora, como bien dice Eckart Tolle, se antoja como algo absolutamente vital para todos los seres humanos. Si esta crisis nos está dejando algo para aprender es que hemos de vivir acorde con el momento actual, y no con lo que creemos que acontecerá en un futuro.
– Ser agradecido: Tanto con las personas como con la vida. Dar las gracias por todo aquello que somos, tenemos y sabemos. Ser agradecidos con la naturaleza, con Dios, con la vida, con los otros seres humanos y con nosotros mismos.
– Pedir perdón: Si nos hemos equivocado o si hemos ofendido a alguien debemos pedir perdón para poder saldar nuestra cuenta emocional. El perdón, tanto el que se pide como el que se otorga, es un regalo para las personas de bien. Perdonar y ser perdonados es algo que nos diferencia de cualquier otra especie, por lo que nos hace diferentes a cualquiera, y también nos hace especiales
Si tienes algo pendiente, no lo dejes para mañana, hazlo hoy, ahora, en este mismo momento si puedes. Estoy seguro que descansaras con mayor paz.
Por mi parte Enrique, aunque sea tarde, te lo digo: Gracias por todo lo que me diste, te aprecio y quiero por los momentos que vivimos, y allá donde estés nos veremos y volveremos a compartir risas y confidencias.
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