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¿Solemos confundir Deseo con Necesidad en el entorno laboral?
Cuando mi hija me pregunta “a que me dedico” suelo contestar que lo que hago es “conversar con personas”. Como dice mi buen amigo Andrés Ortega hay que disfrutar del “arte de conversar”.
En todas mis conversaciones se suele repetir un patrón de escucha sobre el estado emocional de la persona con respecto a su situación laboral. Empieza con un educado “como estas”, para luego profundizar, si mi interlocutor/a así lo quiere, sobre su vivencia del día a día en la organización donde pasa gran parte de su cotidianidad diaria.
La mayoría de las conversaciones empiezan con alguna crítica o mejora, para luego desembocar con algunas quejas. La gran mayoría de estos comentarios suelen ir dirigidos a los responsables directos o a los responsables máximos de la organización.
Algunas personas expresan su deseo de “cambiar de aires” de manera más o menos rotundo. En ocasiones lo denominan como un “fin de ciclo” o “probar nuevas experiencias”, y en los casos más extremos se basa en un “estoy hasta las narices”(pongo aquí la versión suave) o un “ya no aguanto más”.
La verbalización sobre esa necesidad de cambio viene por una acumulación de agotamiento físico y mental sobre determinadas situaciones repetitivas con las que no estamos de acuerdo y que alargadas en el tiempo pueden repercutir en hartazgo y desmotivación.
En algunos casos las personas “estallan” de forma que se plantean decisiones radicales como “hasta aquí hemos llegado”. He presenciado salidas precipitadas, conflictos personales, o incluso algún acto no propio del comportamiento de la persona que lo hace, movido por un momento de “eclosión personal” que deriva en acciones drásticas. He visto como algunas personas abandonaban su compañía de un día para otro, que se enfrentaban a su responsable con modos poco educados (quizás por falta de unas conversaciones anteriores), que pasaban de estar motivados a un “a mí me da igual todo”.
Cuando nos enfrentamos a una reflexión sobre un cambio en nuestra vida laboral debemos cuestionarnos como primera premisa ¿Es deseo o necesidad?.
Como dice un primo hermano mío, ya cercano a los 50 años: “En mi vida no sé muy bien lo que quiero, pero tengo muy claro lo que no quiero”
Visto en perspectiva, con el conocimiento que tengo sobre muchas organizaciones, he llegado en la conclusión que el lugar perfecto para trabajar no existe. Y esto es así porque en algunas empresas, donde las condiciones son muy buenas, y existe una cultura magnifica y un ambiente laboral estupendo, las circunstancias pueden cambiar esto, con algunos cambios.
Además el roce humano provoca y genera tanto empatía como conflicto y debemos saber convivir con ello.
Las personas que buscan un entorno laboral ideal seguramente están destinadas a descubrir que este no existe tal y como lo imaginamos. Como digo a cada una de las personas con las que converso: “En todos los sitios cuecen habas”, que significa que en cualquier organización existen cosas que nos gustan y otras que no nos gustan o nos gustan menos. Siempre encontraremos pros y contras a un trabajo y a una convivencia laboral.
Desde un punto de vista observador, la mayoría de los planteamientos de los cambios profesionales vienen derivados por un deseo no satisfecho. Una expectativa inicial que nos hicimos al empezar nuestro rumbo en la empresa, y que con el tiempo no se ha visto realizada, y si además se acumula el conocimiento de cosas que no nos gustan, tanto en nuestro responsable directo como en otras personas, genera una insatisfacción personal que alargada en el tiempo nos genera ansiedad e inquietud.
Por eso invito a cualquier persona, que son muchas, que esté pensando en cualquier cambio, que se responda a la pregunta ¿Es un deseo o una necesidad?. ¿Necesito cambiar o busco algo que deseo ahora mismo?.
En otro post hablare de las conversaciones pendientes que son aquellas que debemos tener con las personas que nos hacen sentir mal, para que no se enquiste la situación.
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